En el verano de 2009, Pere Guerra, un estudiante brillante de veintitrés años apasionado por la informática y la tecnología, estudiaba ingeniería en Harvard durante su año de estudios en el extranjero. De vuelta en España, su hermano Esteve, que era cuatro años mayor y prefería jugar al tenis y hablar de fútbol a los videojuegos, estaba ocupado dirigiendo la empresa de los hermanos. Junto con sus socios Joatham Grange y Mateu Nierga, Pere y Esteve eran los propietarios increíblemente jóvenes de Enerside, una start-up fotovoltaica multimillonaria en medio de la locura de las energías renovables en España. Gracias a la perspicacia comercial de los hermanos y a las favorables subvenciones gubernamentales, la empresa estaba creciendo rápidamente y acababa de obtener un contrato masivo: una instalación de paneles solares de 9,4 millones de euros en los tejados de una instalación de almacenamiento de cerveza propiedad de Damm, la principal cervecería de Barcelona. Esto incluyó una opción de extensión que podría llevar el valor total del contrato a 50 millones de euros.